Al igual que nosotros disfrutamos ahora de los árboles que nos dejaron las generaciones anteriores, también podemos dejar un legado verde a las generaciones venideras. Por eso, es importante introducir los árboles en los nuevos planes urbanísticos ya en una fase temprana y no como simple adorno sino como elementos que definen el espacio exterior y que reciben el margen suficiente para poder crecer. Por desgracia, no hay garantía de una vida larga. Los árboles pueden verse obstaculizados en su desarrollo por las modificaciones de los planes urbanísticos, pueden enfermar o, en el peor de los casos, ser víctimas de la tala antes de alcanzar la madurez. Y así es como volvemos al aspecto perdurable de lo verde. Porque los árboles viejos son árboles que perduran pero los árboles que tienen la capacidad de perdurar no siempre llegan a su plenitud.